lunes, 17 de mayo de 2010

Acreditarse o morir

Aprovechando unos días libres, nos hemos empandillao carretera y manta situándonos en unas pocas horas en el bonito país de Mónaco unas amigas y yo. Se puede construir la frase de forma mucho más sencilla, ya, bueno, llego de viaje. Al tema que hay sueño.
Mónaco nos gusta. Vamos a veces. Tiene unas bonitas calas, paseos agradables y varios buenos amigos/as y un par de buenos locales para echar unas cervezas. Lo creáis o no, se puede vaguear una semana sin dejarse el sueldo. En esta ocasión se celebraba la carrera de Formula 1. Así que todo estaba un poco cambiado.
Festival de las apariencias, pasarela de vanidades, un foco para cada persona oh, please. Y zarandeo de acreditaciones, eso sí que mola. Si tienes una, lúcela, tontuelo. Combínala con tu bikini, tu americana nocturna o deja que ondee soberanamente mientras pones el Jaguar a cinco mil rpm de un semáforo a otro.
- No me jodas que tienes acreditación!
- De paddock. Mira cómo ondea.
- Muero, pava. Pero son las tres de la mañana y esto es un bar, no podrías...?
- Jamás.

Así que un poco lo que comentaba sobre la seducción. Si lo que tienes es una tarjetita colgada de un cordón, pues nada, a lucirla. Que seguro que alguien se lo flipa contigo.

Y gente muy educada y normal con la que nos moríamos de risa y el Buemi pasando de las fiestas en los yates y cerveceando discretamente en el bar de nuestros amigos. Claro que nadie lo reconocía, cómo coño se puede ser a la vez piloto y persona? Cómo puede salir a tomarse algo sin el mono de carreras? Rara avis. Maja gente también había, os lo apuntaba antes. Pero abunda el pavoneo, para qué nos vamos a engañar.

En cambio, Cannes, que yo esperaba denso y ostentoso por el Festival de Cine, ha sido agüita fresca. Si en Mónaco la gente lucía acreditación como si fuera una jodida medalla -y sólo eran espectadores del circo, de tribuna, pero espectadores- en Cannes las tarjetitas eran echadas a la espalda con descuido por verdaderos protagonistas de su trabajo. Ambiente original, respirable y hasta neohippie. Productores, directores, críticos en amigable corrillo. Trabajadores, artistas, público ocioso y relajado, ausencia de demostraciones de semáforo.
- A ver, su acreditación.
- Uy, dónde coño... Sólo vengo a ver el pase.
- Pues sin acreditación me temo que no.
- Pero es que soy la guionista, no podría...?
- Creo que algo asoma entre los floreados volantes, no será?
- Tate.

Mi persona no ha acreditado nada más que cierta resaca por las mañanas, cierta curiosidad por la gente que hace fotos a los Ferraris -qué haces luego con la foto de un coche?- y natural predisposición a ver la carrera desde un chiringuito de la playa. Así que para un montón de gente no he sido nadie. Nadie. Nadie y amigas nadie descojonadas de risa, conociendo maravillosa gente nadie de todos los lugares del mundo, productores nadie, pilotos nadie, cervezas nadie en vaso de plástico. No sé si los acreditados se lo pasaban como los nadie. Pero parecían más tristes. Y más solos.


Si no tienes tarjetita puedes ir a esta playa. Si la tienes, te jodes en St. Tropez.

2 comentarios:

vaderetrocordero dijo...

El siguiente paso tras la tarjeta es no necesitarla porque todo el mundo te conoce. Tú imagínate a un Tom Cruise de vacaciones en Cannes sin acreditar y sin participar en ninguna peli, a ver quién tiene los huevos de cerrarle el paso.

Ernesto dijo...

Eso sería muy digno de contemplar, sí señor. Viva la burocracia agresiva y los controladores cerriles!