viernes, 30 de agosto de 2013

Excesos



A veces quisiera que esa ciudad. Que dejara de mirarme desde lejos y se acercara corriendo y me lanzase al suelo y derribada. Derribada devolverle los roces con sus calles, los parques ardiendo, los deseos de sombra, los excesos de luz. Quisiera atraparla y desnudarla, que me atrapara y me desnudase otra vez. Tocarla tanto con más fuerza, absorber su olor, oír tan cerca lo que me grita a veces. Esas veces en que no puedo más y me siento en cualquier parte y quiero que todo se calle menos su voz estridente. A veces jadeo de impotencia. Y me mira y no se mueve. A veces quiero llorar para pertenecer ¡llorar!, quiero arrancármela de la piel y quiero seguirla e implorarle. Quiero tenerla tanto y tantas veces, quiero, digámoslo ya, follármela, porque hacerle el amor ya no me basta, ya intentaron demasiados, otros amantes venidos de todo el mundo, el romanticismo no. Quiero que permanezca y que me asuste, de nuevo, de nuevo, cuando me alejo silenciosa y vuelvo a casa, de nuevo, esperando haber perdido ya la cordura por ella, la dignidad.
Y se ríe de mi mediocridad de montaña. Cuando me ve alejándome de nuevo.