lunes, 19 de diciembre de 2011

Tac. Tactac.

Desde lo innecesario, la duda, desde lo de siempre y mis súplicas veladas. Desde la noche, las horas en las que tanto aconsejé que nunca, nunca, porque al ponerse el sol algo cambia y nunca, nunca debemos escribir. Y cuando digo somos nosotros ojalá fueramos nosotros. Desde el ácido que deja en la boca al incesante pensar en metales, todo trae la familiaridad de una locura antigua. Desde un lugar sorpresivamente cubierto por la nieve. Desde un móvil, traición reparable porque a estas horas siempre, siempre pienso en lápiz. Pero quizá perderse un poco sea encontrarse un poco con la versión limpia de uno, de una, de quien suscribe. Limpia de acumulaciones, Diógenes de formas, de modas, de espectros que nos quisieron y, por supuesto, nos cambiaron. Y cuando hablo en plural ojalá no se me notara que no hablo sinó de mi propia reverberación metálica en noches en que lo caminaría todo. Lo escupiría todo. Todo ardería en mí. Y estamos deseando herirte un poco por compensación. Un poco porque ya no sabemos qué tengo entre manos. Y afuera continúa el tactac tac de la nieve que se cree tan sigilosa, la estúpida.

jueves, 15 de diciembre de 2011

¡Que sea muy inteligente!

Todos los niños pueden ser Einstein si los motivas bien. Así piensa y así titula su libro Fernando Alberca.
- ¡Machismo implícito, es "los niños y las niñas"!
- Sí, también, Ernesto, pero no es eso.
- Algo te cabrea sobremanera.Y no sé qué. Aquí Fernando solo intenta que adiestremos a nuestra descendencia para que puedan ser la hostia de inteligentes. Con Einstein como ejemplo.
- En la contra de la Vanguardia dice que si eres inteligente serás feliz. Porque la inteligencia sirve para resolver problemas y conseguir ser feliz es uno.
- A por él.

Lamento comunicar al autor, pero sobretodo a la ilusionada parentela, que la inteligencia no tiene nada que ver con la felicidad. Más bien -escuchen que esto va en serio- al contrario.

Dice que la inteligencia sirve para resolver problemas. No es así. Sirve para resolverlos rápido. Dé el mismo problema a nueve personas normales y a una con Altas Capacidades -AC a partir de ahora-. Lo van a resolver los diez, pero la AC llegará antes a la solución. Y así con todo.
Los AC están muy poco capacitados para trabajar en equipo. Les horroriza! Imagínense teniendo muy claro el mejor camino a tomar y viendo como el resto del equipo tarda horas y vueltas en llegar a la misma conclusión.  Y cuando tiene que esperar siempre, se frustra. Y acaba por no intervenir.

A AC le interesa todo. Quiere hablar de todo porque siente mucha curiosidad. A veces sus amistades no quieren hablar más que de una o dos cosas. Y cuando no aprende se frustra. Y acaba por inventar amigos/as imaginarios/as.
El coach de AC les dice muy bien, muy bien, qué buen recurso. Y Ernesto se crece.

A veces AC siente mucha soledad. Y pertenece a foros de adultos AC donde entran cada día nuevas soledades. Ahí te enteras de que hay una alta tasa de depresión entre los adultos AC y huele como a suicidio. Varios AC famosos han acabado suicidándose, Marilyn Monroe, por ejemplo. A que parecía tontuela? Ja!
Ahí también ves cómo personas no AC entran camufladas a opinar y ver qué tal se siente uno siendo AC, porque desde fuera puede parecer genial. Escriben como si se hubieran desayunado el María Moliner en versión audioguía. Creen que un AC habla así, qué le vamos a hacer.

Hace unos años, el secretario general de cierta entidad de AC de España era taxista. Decía que el verdadero lujo es disponer de tu tiempo. Échale un galgo. De los poquitos equilibrados que conozco.

El bebé AC entiendo que haga gracia. Hasta la adolescencia es cojonudo.
- Mira mi Amparo, en la escuela dicen que es la más inteligente.
Pero el adulto AC es un juguete roto.
- Mira mi Amparo, en la narcosala dicen que es la más educada.

Así que, Fernando, padres ilusionados con una descendencia superdotada, opino que lo que os gusta es entrenar a vuestros hijos e hijas para que suplan vuestras propias carencias. No sé, qué consideráis muy inteligente, ¿tener muchos estudios? Pues hale, a la UNED, luego colgáis los títulos en el salón y eso. A sentirse bien y dejar de joder a las criaturas.

- Qué escuchas
- English for babies. Volium güan.
- Y eso por qué?!
- Porque mis padres no hablan inglés, hijo.


Padres y madres en general, si conseguís que sean buena gente, serán felices. Dejarse de soplapolleces, va, insensatos/as.

sábado, 3 de diciembre de 2011

La sala

Abrió los ojos aturdido, se encontraba en una sala blanca y luminosa. Se incorporó despacio y miró a su alrededor. Butacas blancas.
Al fondo, junto a la ventana, una chica se acurrucaba en un ligero balanceo.
- Perdona.
Se giró hacia él.
- Vaya, se ha despertado el nuevo.
- ¿Dónde estoy?
- En Suicidas, ¿dónde creías?
Entonces había vuelto a salir mal. Muy mal. Calculando rápido se iba a pasar unos tres meses allí encerrado. Conocía demasiado bien aquellos lugares.
- Así que tú también has intentado...
Ella se levantó perezosamente y se sentó en una butaca cercana.
- Varias veces.
- Vaya... Mi última ocurrencia han sido fármacos. Y ya ves el resultado.
- Fármacos. Hay que saber muy bien qué, cuántos y cuándo. A mí me pillaron. Lo hice fatal...
Sonrió ligeramente.
- Y ¿qué más has probado?, ¿venas?
- Oh, sí.
La chica remangó su camisa dejando a la vista una pequeña cicatriz en la muñeca izquierda.
- Qué valiente. Yo lo pensé, no creas. Pero soy muy aprensivo.
Esta vez rió.
- Yo no conseguí sangrar mucho. Entonces me dolía y no pude cortarme la otra. Un fracaso.
 Era estimulante poder hablar tan abiertamente. En el instante en que se preguntaba en qué momento llegarían las terapeutas, empezaron a oír unos pasos acercándose. Quizá no la volvería a ver.
- Ya vienen a por ti, nuevo. ¿Sabes qué vas a decir?
- ¿Cómo te llamas?
De pronto cambió su cara.
- ¿Cómo me...? No... no sé...
Bien, era posible que la continuara viendo un tiempo.
- No te preocupes. Me estabas contando tus intentos frustrados. Dime, ¿cuál fue el último?
- Mi padre tenía una escopeta de caza. Me disparé en el pecho.
Las puertas tras de si se abrieron.
- ¡Vaya! Qué pasada, eres mi ídolo, en serio. En el pecho...
- Sí. En el corazón.
Alguien lo agarró por los hombros y ella empezó a caminar hacia la ventana.
- Oye, perdona. Dime, qué falló.
Lo miró confusa.
- Nada.