jueves, 27 de mayo de 2010

Está feo pedir. Así que no me hagáis obligaros.

Nikodemo.tv -si os gusta el Cálico Electrónico sabéis de qué hablo- organiza un concurso de series. Mis amigos han hecho una y, como se ha colgado un poco tarde, necesitamos votitos YA. No os cuesta nada. Os pasáis, votáis y ya está.
Frens nace de la homónima sitcom teatral escrita por Alfons Casal y Joan Hernández. La interpretan actores del Grup Estable y, en la adaptación a la pantalla, yo hago de gilipollas. Lloramos de risa varias veces durante el rodaje, hicimos fotos y nos hinchamos a pizza.
Ya que estábamos en harina se rodaron dos capítulos de veinte minutos en dos idiomas. Ahí es ná. Si fructifica podréis ver mi primera incursión lésbica en primer plano, plano medio, americano y general.
Gracias, amiguitos/as!
Fundido a negro.

viernes, 21 de mayo de 2010

De las tardes.

Ángeles Peláez.


"... a veces nos íbamos al Patio de las Carretas a cenar, o a Tomatito. A veces nos derribábamos sedientos o salvajes y nos daban las dos sin nada más que el otro que llevarse a la boca. Maceta, escalón, lavadero. Hasta donde alcanza la razón estuvimos locos. Y canturreo de pasillo y palmas hasta el patio de los geranios -Mira qué entonao, mi amor- donde fingías desprecio, fastidiado mohín en tu boca perfecta. Siempre me hacía reír que quisieras llevarme más allá del flamenqueo con tus trajines extraños de fusiones que déjate, anda y vente, corazón. Y en la radio vieja reverberación de metales en las tórridas tardes de agosto, en horas de siesta en que nuestra mesita junto a la tapia ardía y hasta las margaritas se desmayaban un poco, felices y exhaustas. En horas en que tendíamos el colchoncillo de flores buscando la sombra, a veces limonada, a veces tempranillo, a veces sólo mirarnos hasta que uno se dormía. Y el otro respiraba en su cuello el calor de la tarde y el -tan tenue- azahar del naranjo chico."

lunes, 17 de mayo de 2010

Acreditarse o morir

Aprovechando unos días libres, nos hemos empandillao carretera y manta situándonos en unas pocas horas en el bonito país de Mónaco unas amigas y yo. Se puede construir la frase de forma mucho más sencilla, ya, bueno, llego de viaje. Al tema que hay sueño.
Mónaco nos gusta. Vamos a veces. Tiene unas bonitas calas, paseos agradables y varios buenos amigos/as y un par de buenos locales para echar unas cervezas. Lo creáis o no, se puede vaguear una semana sin dejarse el sueldo. En esta ocasión se celebraba la carrera de Formula 1. Así que todo estaba un poco cambiado.
Festival de las apariencias, pasarela de vanidades, un foco para cada persona oh, please. Y zarandeo de acreditaciones, eso sí que mola. Si tienes una, lúcela, tontuelo. Combínala con tu bikini, tu americana nocturna o deja que ondee soberanamente mientras pones el Jaguar a cinco mil rpm de un semáforo a otro.
- No me jodas que tienes acreditación!
- De paddock. Mira cómo ondea.
- Muero, pava. Pero son las tres de la mañana y esto es un bar, no podrías...?
- Jamás.

Así que un poco lo que comentaba sobre la seducción. Si lo que tienes es una tarjetita colgada de un cordón, pues nada, a lucirla. Que seguro que alguien se lo flipa contigo.

Y gente muy educada y normal con la que nos moríamos de risa y el Buemi pasando de las fiestas en los yates y cerveceando discretamente en el bar de nuestros amigos. Claro que nadie lo reconocía, cómo coño se puede ser a la vez piloto y persona? Cómo puede salir a tomarse algo sin el mono de carreras? Rara avis. Maja gente también había, os lo apuntaba antes. Pero abunda el pavoneo, para qué nos vamos a engañar.

En cambio, Cannes, que yo esperaba denso y ostentoso por el Festival de Cine, ha sido agüita fresca. Si en Mónaco la gente lucía acreditación como si fuera una jodida medalla -y sólo eran espectadores del circo, de tribuna, pero espectadores- en Cannes las tarjetitas eran echadas a la espalda con descuido por verdaderos protagonistas de su trabajo. Ambiente original, respirable y hasta neohippie. Productores, directores, críticos en amigable corrillo. Trabajadores, artistas, público ocioso y relajado, ausencia de demostraciones de semáforo.
- A ver, su acreditación.
- Uy, dónde coño... Sólo vengo a ver el pase.
- Pues sin acreditación me temo que no.
- Pero es que soy la guionista, no podría...?
- Creo que algo asoma entre los floreados volantes, no será?
- Tate.

Mi persona no ha acreditado nada más que cierta resaca por las mañanas, cierta curiosidad por la gente que hace fotos a los Ferraris -qué haces luego con la foto de un coche?- y natural predisposición a ver la carrera desde un chiringuito de la playa. Así que para un montón de gente no he sido nadie. Nadie. Nadie y amigas nadie descojonadas de risa, conociendo maravillosa gente nadie de todos los lugares del mundo, productores nadie, pilotos nadie, cervezas nadie en vaso de plástico. No sé si los acreditados se lo pasaban como los nadie. Pero parecían más tristes. Y más solos.


Si no tienes tarjetita puedes ir a esta playa. Si la tienes, te jodes en St. Tropez.

viernes, 7 de mayo de 2010

La estupidez de la espiral.

Quisiera decirlo casi de forma huidiza, breve, festival del almendro en flor, brisa que a penas, eses, haches. Pero la estética japonesa huye en estos casos y arroja a conceptos voltaicos, palabras con muchas erres, conjeturas de infierno, arrastre, a lo que me refería con respirar sangre. Y no hay mayor traición para con uno mismo que follar con tristeza. Insultante. Así que buenas noches a la cosa más bonita que se ha dado, para elegir la locura por retorcimiento. Que descanses. Tú también. Salvación de algo grotesco, hazme caso. Y la paz que anuncia su boca perfecta queda descartada por blanca, por elegir un infierno mucho más sangrante y desquiciado.
Así que quisiera es mentira. Si fuera tú quisiera. Seguramente tú quieres. Despertar en paz, la envidia de todos, dejar el corazón en automático.
Erres, pues. Desangre, herrumbre. Zarpazo, locura, dentellada, hachazo... ¡ira!

Esto es muy solitario. Escribir es muy solitario. Viciosamente placentero, pero muy alejado de todo. Tenéis que entender que a veces me desquicie. Dice Lola que sólo mi mediocridad me salvará de enloquecer. Tengo que acordarme de ser siempre mediocre. No creo que me vaya a tener que esforzar, por otro lado.

Pero si me sentáis en una cafetería con un tecito y un paquete de tabaco, no se me nota nada. La mediocridad, sí, digo el braceo en espiral. Meándome de nuevo en el qué pena me doy por tener que escribir, sólo apunto que esto, al menos vivido así, no mola nada.

Me voy a ir unos días. Cuando vuelva, descolgaré esta entrada y seguro que algo mejor cae. Salud y protección solar. Y ni se os ocurra escribir.


Entonces es un loco de cojones, Juan Pablo.