miércoles, 27 de octubre de 2010

Dímelo bonito

Me gusta la palabra colanes. En mi casa eran llamados leotardos, pero suena muy leopardo, también está bien, pero queda mucho mejor "Me voy a poner unos colanes. Llevo mis colanes" Más calentito. Viene del francés collants, medias. Pero así como champán se atraviesa dolorosamente (el champagne da gusto hasta oírlo caer) con colanes ha mejorado la sensación.

También me gusta maceta. Me suena a patio con flores. Maceta es una palabra que no te puede caer mal. Tiesto sí, tiesto pesa y siempre está por regar. Introduce maceta en cualquier frase. Acabas de regalarle alegría. Murió regando las macetas. Pues qué cojonudo. Murió regando los tiestos. Normal, mal rollo.

Canturrear. Y ya te da el nonaino noni y hasta el tracatrán. Canturreas cuando estás alegre, en mi familia se canturrea un montón, por los pasillos, mientras cocinas, mientras buscas algo. Otra cosa es cantar. Ahí ya puedes no estar tan contento. La saeta por Serrat. Canturréala. Alegría, no? Cántala. Un dramón de la hostia!

Arroyo. El agua está limpia, oyes un riachuelo cerca, hierba brillante al rededor, pececillos sonrientes, no quieres bañarte para no corromperlo. Lago. Está frío y pueden haber bichos con dientes. No quieres bañarte porque no te atreves, admítelo.

Barniz. Una capita de barniz. Limpio, brillante. Lacado.
- ¿Les damos a los muebles un acabado lacado?
- Por supuesto!
- Pues son tres mil euros más.
- Como si son cuatro mil, laquéamelos!

Laca. De cajita de laca, no del pelo, esa suena mal.
- ¿Te echo un poquito de laca en el flequillo?
- Inténtalo si tienes cojones.

Resaca. Dan ganas de tener. Y cuando la tienes quieres que lo sepan. Ir borracho es muy feo, tener resaca crea un status. Lo pones en tu twitter. Sin adornos, sin complementos: Resaca. Y enseguida se solidarizan contigo, no te molestan, te quieren un poco más. Resaca, vehículo relacional.

Diarrea. Eso está muy feo. Aunque una flor se llamara diarrea, no me gustaría. Migraña, un nombre horrible, ge, eñe, mi-graña, a quién se le ha ocurrido? Ojalá la migraña se llamase maceta, tendría una mejor disposición y no sentiría deseos de dispararme.

La verdad es que hay palabras que en otros idiomas suenan mejor. Ayer un amigo me preguntaba cómo se dice "C'est un plaisir" en español. "Es un placer". Cara de culo, por supuesto. Le plaisir. El placer. No tiene más vuelta, en Francia tienen orgasmos más intensos, seguro. En cambio yo me muero de risa cuando jugamos a los dardos y ellos los llaman flechettes. Dardo: potencia. Si no va al centro es culpa tuya, porque un objeto con ese nombre ya sabe a dónde va en la vida, tiene más determinación y carisma que tú diez veces. Flechette: es broma, no?.
Da igual, le vas a ganar, pero cuando os estéis revolcando él/ella va a tener PLAISIR y tú placer. Date por jodido.


PRACTICUM:

colanes


leotardos

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champagne


champán

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maceta

tiesto
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placer


plaisir

sábado, 16 de octubre de 2010

Actitud


John -barbudo, mediano, moreno, hortera- tenía ese falso destello, esplendor piojoso, como le quieras llamar. Te miraba como si tuviera los ojos azules, se comportaba como si su nombre fuera bonito, mantenía la postura que mantienen los altos al pararse frente a ti. Te creaba el arrebato.
Y luego estaba la poesía, claro, escribir. Querías que escribiera mal, que se rompiera por ahí, pero ni siquiera. Hablaba poco pero lo hacía desde el fondo de las bibliotecas, nos hacía reír y siempre, siempre, acababa muy borracho.
Una tarde de las de después de examen me apoyé en su pierna. Se me llevó confundido, azorado, me hizo pagar las prisas y todo fue escandalosamente sucio. Nos enfadamos el uno con el otro y cada cual consigo mismo.

Luego llegaron las poesías a destiempo, la barbarie de la musicalidad alemana, te odio tan fuerte y tan denso y tan desesperado de ritmo y tan sediento de fin.

Otra vez volví a escuchar mi nombre -Rita- que en su dicción parecía Return -regresa- desde el otro lado de la mesa en el bar de siempre. Así que regresar con cuidado nos hubiera salvado. Pero no había forma de no ser salvajes en la piel del otro, tan consumidamente hambrientos, tan borrachos otra vez.

Y querer y odiar y retorcerse, sangrar los versos desde dentro, ofrecerlos mansamente, salir a correr para no gritar una cosa o la otra o la sospecha de que -corre!- no tenía fin.


Me gusta Berlín. A veces nos vemos aquí y a veces en Londres. Actúa como si fuera la reencarnación de un genio, así que su trabajo es genial. Sigue siendo, si tú lo vieras en una foto, mediano, moreno y hortera. Pero no he conocido a nadie tan brillantemente mediocre, tan gloriosamente nada.

martes, 5 de octubre de 2010