jueves, 30 de abril de 2009

Sheffield te acoge enchufe en mano



Quería visitar Sheffield, un gran lugar a ser.
Pero me pone en posición de compromiso que sus propios habitantes apenas la amen. Imagínate el apego que le pueda coger yo, pobre turista. Nulo.
Que no la vas a amar, eso ya te lo aseguran. Sin medias tintas, la información clara y sin ponzoña emotivista. Nosotros que somos de aquí, mire, a penas tenemos sentimientos, usted no se lo flipe, ni ligero estremecimiento que va a sentir.

Bueno, algún estremecimiento hotelero sí, porque la hospitalidad de electrificación ya te asegura algún que otro momento. Por suerte, como los acontecimientos emocionantes y las atracciones asombrosas, te lo limitan. No sea que vaya a ser demasiao. Ellos lo que quieren es que acabes enganchado, pero con la electrificación de la hospitalidad ya van bien encaminados, ya, los jodidos.

Alguien me facilita un arpón para darle lo suyo a Babelfish?


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martes, 28 de abril de 2009

Dexter me tendría que gustar!



Malditos guionistas, por qué hacéis esos chuscos que ensucian una serie que, sólo por el protopelirrojo protagonista que está de lo mejor que he visto, yo tendría que amar?

Qué les pasa a los guionistas, amigos? Por qué creen que los actores van a salvar una conversación tipo:
- Está bien, si quieres te llevo a casa.
- A casa...
- Está todo bien?
- En casa?
- Sí.
- Verás, no. Harry está agresivo, qué crees que puede ser?
- Dexter también pasó por algo así.
- ¿Puede Dexter estar agresivo?
- En realidad tuvo problemas con las drogas y una aventura.

Perdón, un inciso. Tener una aventura suena divertido. No deberían pintárnoslo así porque suena como ir a Port Aventura, vamos, que te vas a reir. Tener una aventura da ganas de hacerlo. Y además con tus amigos, vamos a tener una aventura! Deberían decir un escarceo que suena a cárcel o...

- ¿Y cómo lo solucionasteis?
- Hablamos.
- Lo hablasteis, eh?

Las dos amigas se meten el el coche y se acaba la escena.

Y a mí se me acaban las ganas de volver a ver Dexter.

¡Malditos seais!

El día del dragón


Hay que ver qué tontorronamente ha pasado el día del libro mundial. Este año me vestí de los 50's con faldita y ondas en el pelo, comí con mi gente favorita en una terraza que nos gusta, pero no participé porque estaba ¡tansuperenfadada! por otra cosa que puse cara de culo toda la comida. Por suerte ellos ni caso, se lo pasaron fenomenal y mi hermana me dio unas chapas con dibujos de dragones y rosas y princesas que repartí. Yo me quedé una muy bonita con un dragón sorprendido. Esa fue mi aportación de buena onda -y mi pelo, repito- lo demás flojeó.
Como soy del tipo loquierotodoyloquieroya, hacía días que me leía el único libro que hubiese querido que me regalaran, La encantadora de Florencia de Rushdie (por fin!), así que ni siquiera fui a pasear por los puestos de la plaza.

Es que este año me sentía como las novedades editoriales. Flojuchilla. Ni un triste Zafón al que abrir de un zarpazo en canal, ni una Echevarría ansiosa de autoplagio, dónde está Brown cuando se necesita insultar?!

Así que hermosa cascada de rosas rojas y amarillas trazando impecable parábola, ese fue el mejor momento del día. No lo puedo explicar mejor o me harán pagar el estucado.

Luego me fui con mi hermana a caminar. Bueno, yo camino, ella hace nordic walking. Es lo mismo pero ataviada como para participar en el iron man y con unos palos de carbono flis-flas, flis-flas todo el rato.

Así que un St. Jordi muy sosito. Como la navidad. Qué está pasando este año con las festividades? Ahora me iba a México de vacaciones y la gripe porcina se ha cruzado en mis propósitos. Hay algún mensaje cenizo que deba captar?! eh?! lo hay?!

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miércoles, 1 de abril de 2009

Cien días canturreando a Ismael Serrano.

Hay días en los que te confinarías en un bar. Hoy. Ayer, anteayer.
Dale a Play.


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Alguien me contó que llevaba cien días
encerrada en aquel bar,
pidiendo fuego o alguna pista
que le ayudara a encontrar
la luz dentro del laberinto,
el mapa donde está escondido,
el mar donde arden las promesas,
donde solías naufragar.


Cien días escondiéndose del gris
cielo de marzo y sus atascos,
tragando niebla por la nariz,
soñando contigo en los lavabos,
jurando no salir con vida,
sellando todas las salidas,
buscando en un mar de ginebra
una playa en la que encallar.