viernes, 15 de agosto de 2014

El santo

Es una reflexión extraña viniendo de mí, atea de necesidad. Pero hoy es mi santo. Y creo que me gusta más que mi cumpleaños. Sales más impune.
Y lo que es mejor es que las personas lejanas te felicitan. Eso es. Es el día de las personas lejanas. Podría hacer un listado maravilloso de las personas que me han llamado y mensajeado hoy, incongruente, delicioso. Personas todas que ignoran mi cumpleaños. Algunas saben que soy atea, otras lo son ellas mismas. Pero han levantado el teléfono en un ejercicio de generosidad del cual yo soy absolutamente incapaz. Primos de exnovios, amigos de mis padres, hijos de amigos, excompañeros/as de trabajo, mi sobrina que casi se llama como yo y mis amigas que tienen hijas que se llaman exactamente igual.
No es un nombre difícil. Aquí se dice Jordis, Maries i asses, a totes les cases (Jordis, Marías y asnos, en todas las casas). Pero da gustito que te incluyan en sus listas de felicitaciones.
No celebro nada. Según mi historiador de cabecera en estas cuestiones, J.A. Pagola, María fue una multípara -siendo Jesús el tercero o cuarto- que se avergonzó de las locuras de su hijo desde que a los veinte conociera la revelación de manos de Juan Bautista. Y antes tampoco estaba muy contenta. Así que a Santa María, mujer que se relaciona con palomas y cuya dermis es tan sospechosamente clara entre hebreos y cuyo vestido tiene al menos tres capas y todas volátiles, no, no la celebro mucho.

Hoy ha sido un día de mierda. No, en serio, de mierda, muy malas noticias. Afortunadamente era mi santo e inconcebiblemente hay personas que no te ven en años y a las que cuesta tan poco levantar el auricular y levantarte el día en un solo gesto. Voy a ser más así. Si os llamo de pronto no pongáis voz incómoda o colgaré. Lo juro, lo hago.

Au. Feliz santo a las Marías del mundo!

Pongo “Santa María” en Google y me sale esto.
Cómo me conoces, ladrón.

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