martes, 16 de noviembre de 2010

El perro de Jacob

Esta noche, mientras el hecho de liarme un cigarro en mi propia casa me hacía sentir una yonki, pensaba en cómo voy a explicar esto a las generaciones venideras. Vivimos una época interesante, amiguitos/as. La época del cambio hacia el bien común.

De pronto, los gobiernos han hecho que miremos a nuestro alrededor y nos sintamos egoístas. Ya no puedo fumar a gusto en una cafetería porque he adquirido el complejo de agente cancerígeno. Intento lanzar el humo estirando el cuello hacia el infinito, aunque esté en la calle, para no ensuciar el aire puro que merecen los demás. Vivo acojonada. No nos peleamos con los polis del aeropuerto cuando nos piden que tiremos la botellita de agua para no crear en los viajeros el terror de que podamos albergar pirotécnicas intenciones. Hacemos un hueco en nuestros maltrechos fondos para rescatar a Grecia. Apagamos las luces en todas las ciudades del mundo con coreográfica precisión porque hay que salvar el planeta. Tenemos más amigos en las redes sociales que en la calle.
Algo pasa.


El perro de Jacob tenía una curiosa fijación. Empujaba a los niños, a los invitados, unos contra otros. Le pregunté que qué pretendía -al dueño, no a él- y me dijo que hacer rebaños. Es un pastor de nosequé y lo que le gusta es hacer montoncitos para tenernos controlados.
Y me siento un poco así. Están haciendo un gran montoncito con todos nosotros. La cúpula política mundial nos empuja unos contra otros y lanza sus normas de convivencia. Respeto, seguridad, sensación de pertenencia a algo global.
Vamos a quedar disueltos en un magma mundial angloparlante y acojonado.

El concepto Europa se da de hostias con 25000 años de historia. De pronto. Y lo hemos vivido nosotros. Qué flipadez. Hemos visto fumar en las películas y hemos viajado sin Isofix en coches que no tenían estrellas EURONCAP. Íbamos sin casco en la bici. Nuestro perro galopaba por el parque y si hacía cacas en la acera lo disimulabas como podías. En el colegio escogías francés o inglés, te decían que las dos eran meritorias porque su literatura era equiparable. Nadie esperaba que se nos viniera Hesto Hencima. Yo he hecho un vuelo transatlántico con un litro de zumo en la mochila. En la mochila!
Todo esto ahora mismo es impensable.
Impensable como encontrar la carta de un amigo en el buzón o una postal de tus padres. Como tener un álbum de fotos de tus vacaciones o dejar a los niños jugar solos por el parque.

Algo nos están robando y yo tengo la sensación de no saber qué. En el exterior hay algo muy muy malo y sólo si nos estamos quietecitos y hacemos caso a todo lo que nos digan y no nos peleamos, nos protegerán de ese coco mundial.

- Así que tu abuela fumaba?
- Sí, tía.
- Qué hija de puta, no?
- Qué inconscientes. Jodieron el planeta, la economía, mis genes... Vaya mierda de época.


Bueno. Pues no os falta razón, gilipollas del futuro. Voy a seguir liando antes de que prohiban hacerlo en los edificios habitados por otras personas. Que llegará.




Dirigente mundial conduciendo al pueblo.
(Si notas un bocao en el culo, piensa que siempre es por tu bien)



N.B. Desde aquí mis saludos a las personas que leen mis sandeces desde la República Checa, Índia, Perú, Ghana, Australia, EEUU, Chile... Qué puta locura...

1 comentario:

daniel dijo...

somos gilipollas y lo sabemos.