viernes, 12 de junio de 2009

Bendita utopía

A Platón se le ocurrió una idea muy buena sobre cómo organizar una ciudad perfecta. Bueno, a él le pareció perfecta, a Stalin quizá también, yo voy a traerla a mi terreno que, a pesar de lo que digan los amigos de Luis, no es el mismo.

Pues la cosa era sencilla. Hay tres tipos de alma, la racional, la irascible y la apetitiva.
. Que nacías racional, pues a estudiar filosofía para, el día de mañana, ser un mandatario al servicio de tu polis.

. Que se te veía irascible, al ejército a defender tu plaza.

. Hasta ahí todo bien, la élite social. Ahora, no se te ocurriera nacer apetitivo que te mandaban a teñir telas, sembrar patatas y afinar pianos. Bueno, afinar pianos no sé. El instrumento al uso. Total, que la academia no la ibas a pisar más que para darle cera.

. Pensaréis que ser apetitivo era lo peor, no? Pues probad a nacer poeta o actor. Ja! roja directa! Esa chusma era expulsada sin miramientos de la República utópica para que no fueran a tener tentaciones de instruir al pueblo. Ahí los únicos que instruían eran los racionales. Y punto.

Eso sí, igualdad para hombres y mujeres, prohibición de poseer ni un huerto para minimizar conflictos y -aquí vamos- abolición de los títulos de poder.
O sea, que el que nacía listo mandaba. El que nacía poco listo no. Así fuera hijo del marqués de la polis. Sin vuelta de hoja, a remendar togas que se iba.

La conclusión ya la sacáis vosotros solitos, verdad?

Eso es que podéis ser mandatarios.

Enhorabuena.



Ejemplo de ciudadano irascible aunque no por ello menos buenorro.

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jueves, 11 de junio de 2009

... por fin me necesites.



Ahí va mi preferida de Benedetti.

Mi táctica es mirarte, aprender como sos,
quererte como sos.
Mi táctica es hablarte y escucharte
y construir con palabras un puente indestructible.
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo
no se cómo, ni se con qué pretexto,
pero quedarme en vos.
Mi táctica es ser franco y saber que sos franca
y que no nos vendemos simulacros,
para que entre los dos no haya telón ni abismos.
Mi estrategia es en cambio más profunda y más simple.
Mi estrategia es que un día cualquiera
no sé cómo, ni sé con qué pretexto
por fin me necesites.


Mario Benedetti

miércoles, 10 de junio de 2009

Sobre posibles e imposibles.



En cierta ciudad ha sido la Feria del Libro. No en la mía, por supuesto. Así que me gasté todo lo que llevaba ahorrado y me volví sin sandalias, castañas típicas ni compra del mes.

Pero hacía tanto tiempo que no compraba libros caros...

Tenía dos objetivos. Carlos Castán era uno.
Me lo descubrió Antonio hace siete u ocho años, léete esto, que es de un escritor de aquí que parece que está bien. Abría con un prefacio de Los premios de Cortázar, ahí ya me conquistó sobremanera. Luego fue una delicia, y para que yo caiga en lo cursi... Bueno, pues estaba muy, muy bien. Tanto que en este tiempo ha sido descubierto por el gran público y me hayé con la segunda edición de su cuarta novela y con un recopilatorio de sus mejores cuentos.
Ya recopila, tú.
Frío de vivir
Sólo de lo perdido

Este hombre hace que escribir bien parezca fácil. Que sea posible.


El segundo objetivo era Julio Cortázar.
Me daba como rabieta que le hubieran dado un bombo tan comercial al hallazgo de una cómoda llena de inéditos. Hubiera preferido... Era Cortázar dejado? escribía en papelitos que luego perdía o que guardaba tontamente en cajas de cualquier cosa? o tenía perfectamente presente que aquello no se publicaba? Con más emoción que culpa -qué bajeza moral- busqué el puesto que menos lo publicitara. Por supuesto la librería que yo amaba, la librería anónima. Habían colocado dos piezas de reclamo, El último round, casi de coleccionista, así que pregunté.
- Y de Cortázar tenéis algo más.
Y hubo algo de clandestino en la entraga bajo mano de aquel volúmen pesado.

Así que, por favor...

"El otro día instalé una fábrica de huracanes en la costa de la Florida, que se presta por tantas razones, y ahí nomás hice entrar en acción los helicoides turbinantes, los proyectarráfagas a neutrones comprimidos y los atorbellinadores de suspensión coloidal, todo al mismo tiempo para hacerme una idea de conjunto sobre la performance"

"A todo esto vino la señora de Cinamomo a increparme, porque había estdo escuchando las noticias y allí se hablaba con términos sacados del más bajo sentimentalismo radial tales como destrucción, devastación [...] Le hice notar a la señora de Cinamomo que, relativamente hablando, ella era mucho más nociva y devastadora para con su marido y sus hijas que yo con mi hermosos huracán impersonal y objetivo, a lo cual me contestó tratándome de Atila, patronímico que no me gustó nada [...] pero siempre hay que pagar un precio por las cosas, qué joder."


Lucas, sus huracanes. 1980.


Este hombre, en cambio, hace que escribir bien parezca fácil sólo para él. Imposible para Carlos y sobretodo para mí. Vosotros no sé qué tal andaréis de posibilidades.

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Detrás de cada huída.



Hace unos días me fui a la pequeña ciudad donde estudié bachillerato-geografía-e-historia para hacer unas localizaciones. Lo primero fue localizar las casas donde tan felizmente viví, luego la escuela y luego el portal donde esperaba a mi amor con una palmera de chocolate en cada mano. Y luego las calles oscuras, los porches, el kiosko aquel, la catedral. Y todo vino solo, los nombres de los compañeros que no recordaba -eso, coño, Lafragüeta!-, el camino más rápido, la sombra sobre el último banco. Pero sobre todo, Ismael sabe a qué me refiero, las calles de Huertas donde él borracho gritó mi nombre en las barras de los bares en que lo amé... Los bares contigo. Esa ciudad sabe demasiado sobre mí.

Estuve con mis amigos más queridos y tuve que contener que los quería tanto porque si no me hubiese quedado. Fui a ver, como siempre, a mi profesor de filosofía. Tuve que ir a la escuela, donde me reconoce nombre y apellidos hasta de espalda, porque en el Berlín le pasé por delante y no me vio. Todo raro y todo bien.

Salvo esta sensación, conocida y mal, que ya anuncia excusas, arreglos, huídas. Ansiedad por volver, volver ¡ya!.
Como cuando me tiré en paracaídas y a la vuelta me quedaba con las monedas que caían en el sofá y recortaba gastos y...

Soy una yonki.

Pero no paro de escribir desde que volví.